El otro día estaba en las redes sociales, y una chica de 17 años informaba dichosa el sexo que tendría el bebé que esperaba. 17 años, casi la edad de mi hijo, y ella sería mamá. Y me puse a pensar qué pasaría por su mente que decidió tener un bebé y está tan feliz al respecto. Quizá ella quería ser mamá, pero ¿a los 17 años realmente se sabe lo que se quiere?
Yo no recuerdo qué quería a esa edad, sólo estaba enfocada en aprobar el primer año de universidad. Otros tiempos dirán algunos, o que los padres no eran tan permisivos. Lo cierto es que el embarazo adolescente era visto como algo tabú, vergonzoso, e incluso muchos padres adoptaban a sus nietos para no pasar la vergüenza de que sus hijas fueran madres tan jóvenes y sin esposo.
Apenas vi el posteo, lo comenté con un conocido y me respondió “no es la primera” y pensé es cierto, pero debería ser la última.
Actualmente pareciera que el embarazo adolescente es casi aceptado, ya nadie se sorprende, mucho menos escandaliza. Eso tiene su lado positivo, porque se han ganado espacios, por ejemplo, las alumnas ya no son expulsadas del sistema escolar y pueden continuar asistiendo a clases regularmente.
Lo negativo, las cifras son alarmantes.
En el mundo el 40% de los embarazos son no deseados. En Chile de acuerdo a las cifras del MINSAL e INJUV, han disminuido las cifras en los rangos etáreos entre los 15 y 19, sin embargo, los números se han duplicado entre los 11 y 12 años.
Lo que he visto en estos casi 42 años de vida y en casi 20 años de ejercicio del periodismo, es que los bebés más afortunados son criados por sus abuelos, y sus madres pueden continuar sus estudios, incluso en otras ciudades. Los que nacen en hogares vulnerables o en familias disfuncionales – por llamarlas de alguna forma – tienen destinos menos favorables: ingresan a residencias de menores o deben comenzar a trabajar desde pequeños para apoyar en sus hogares. También existen los casos en que quizá sus madres con mucho esfuerzo logren sacarlos adelante, pero estos últimos desgraciadamente son los casos menos comunes.
Las mamás tienden a dejar el colegio, buscar empleos de bajas remuneraciones, lo que las deja sin cobertura social, limitando su crecimiento social, eso no sólo la afecta a ellas, sino a sus hijos y a su familia.
Pareciera que algo como sociedad estamos haciendo mal para que el embarazo adolescente siga en aumento, a pesar de la gran información disponible respecto de cómo evitarlo y de que los métodos anticonceptivos son entregados gratuitamente en los centros de salud familiar – incluso en algunos colegios según una nueva tendencia estrenada en Cerro Navia -.
Entonces, a quién culpamos por estas cifras. ¿A nosotros los padres por no educar a nuestros hijos de forma tal que tengan una sexualidad responsable? ¿A los establecimientos educacionales que no enseñan todo lo que los adolescentes deberían saber de los peligros asociados a las relaciones sexuales? ¿De la sociedad que cada vez está más plagada de publicidad y mensajes sensuales que incitan al sexo?
Hace un par de semanas me encontré con una amiga que en la reunión de apoderados de su hijo, el profesor jefe les informó respecto de una charla que dieron profesionales de la salud respecto del uso de métodos anticonceptivos, pero que no habían enseñado la forma adecuada de utilizar el preservativo, puesto que el rector del colegio no lo había permitido…
Junto a otros apoderados ella manifestó su molestia por esta omisión, ya que, el preservativo para que cumpla su función de anticonceptivo o impedimento de contraer alguna enfermedad de transmisión sexual, debe estar bien colocado.
Y eso para mi fue el primer atisbo de descubrimiento de qué algo estamos haciendo mal.
A pesar de que en Chile existe una ley que reconoce el derecho a recibir información y orientación en materia de reproducción, pareciera que con este simple ejemplo no se está cumpliendo del todo este cuerpo legislativo.
Creo que aún somos una sociedad que no es capaz de responder a las necesidades actuales de inculcar una sexualidad responsable. O de fomentar en los jóvenes la necesidad de seguir estudiando, para así obtener empleos que les permitan crecer como personas, que les permitan optar a una mejor calidad de vida.
O quizá como ya nadie muere de VIH los jóvenes dejaron de temerle al contagio.
Lo cierto, es que vemos las cifras del embarazo adolescente, pero ese no es el problema. El real problema es qué causa que siga ocurriendo y aumentando.
Por Carolina Rivas Gutierrez
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