La Organización Mundial de la Salud define vacuna como «cualquier preparación destinada a generar inmunidad contra una enfermedad estimulando la producción de anticuerpos». Pues bien, para el pediatra de mis hijos: uno de los mejores inventos en el área de la salud.
Y creo que es cierto. Si bien duele el alma ver sufrir a los niños cuando son inyectados, tengo clara la importancia de llevar al día las vacunas de los hijos.
Desde la década del setenta chile cuenta con un programa ampliado de inmunización gratuita para recién nacidos y niños, lo que permite actualmente hacer frente a 12 “agentes infecciosos”. Sin embargo, un movimiento global de padres “antivacunas” ha prendido las alarmas.
Las consecuencias de no vacunar a sus hijos según los especialistas: “nuevos brotes de enfermedades graves que ya estaban controladas” como el sarampión, la papera y la rubeola. Resurgimiento de afecciones que incluso han derivado en muertes.
Se trata de una corriente sin asidero científico alguno. Una tendencia que ha tomado fuerza a raíz de estudios equívocos y fraudulentos como el que realizó hace 20 años un médico británico que vinculó las vacunas con el autismo. Se desestimó dicha investigación, pero al parecer fue tarde, ya que “la moda” se expandió con mucha fuerza por el mundo. Y si bien han pasado más de dos décadas, dichos movimientos siguen vigentes incluso en nuestro país.
Es de vital importancia que sigamos los consejos de los profesionales de la salud que piden a los padres ser responsables, informarse sobre el tema a través de “fuentes confiables” y no a través de las redes sociales o medios de comunicación poco serios.
Se trata de un tema complejo, Los propios padres están poniendo en riesgo la vida de los niños. No por nada la OMS puso al movimiento “antivacunas” en la lista de las mayores amenazas de la salud.
Por Carla Olivares Vergara