A medida que se acerca cada vez más el 8 de marzo, veo en las redes sociales muchísimos posts sobre feminismo y la marcha feminista, con una multiplicidad de miradas que a rato me nublan y no permiten ver el fondo del fenómeno, por lo menos lo que a mí como observador-participante de este momento que me toca vivir-participar. Pasa que soy padre de un hijo y una hija y el tema me preocupa, pero hoy he decidido que me comience a ocupar, comenzando por compartir una reflexión sobre aquello.
El derrotero de mi vida me ha llevado a tener que vivir distintas experiencias desde mi rol como padre y hoy siento la urgencia de observar hacia adelante y visualizar el futuro que emerge para la vida de mis hijos. Me pregunto cuál es mi rol como hombre con múltiples cáscaras y dolores por sanar, en esta era de requerimientos urgentes desde el ecologismo y el feminismo. Sin conocer profundamente sobre el EcoFeminismo, me emociona y motiva la lucha de Vandana Shiva, líder ecofeminista, y tantas otras que nos hablan desde la Ecología profunda
Quisiera ver a mis hijos crecer en un mundo sano y dando pasos firmes en la construcción de una cultura Regenerativa, que ojalá ellos sean parte de esa sanación planetaria. Mi responsabilidad es con ellos y también con mi vida personal y mis actos cotidianos. Duele cuando te haces esas preguntas incómodas y duelen también las claras y violentas respuestas que como hombres sabemos y no queremos ver, porque no queremos perder nuestros privilegios; me duelen también los recuerdos de niñez cuando quieres hablar de feminismo como hombre; duele el recuerdo de mis abuelas y sus relaciones con sus compañeros; duele mi madre y la relación con mi padre que dio origen a quien soy; duele el trauma que de una u otra forma sentimos en el vientre. No quiero dolor para mi hija, deseo quitar peso de su mochila que por generaciones y generaciones de abuso, represión y explotación le toca cargar, deseo ser parte de la sanación de mis relaciones femeninas. El dolor por el mundo que plantea Joanna Macy es también el dolor por las consecuencias en la naturaleza de ese machismo destructor y explotador.
Desde esos dolores me resuena muy claramente la crisis ambiental que nos toca vivir, el profundo daño que le hemos hecho a la “MADRE” naturaleza, a la creadora. Nuestra lógica proveedora, acaparadora, machista y dominadora nos tiene en el lugar en que estamos hoy como especie. Cuando honremos la vida y su capacidad creadora quizá algo cambie, hoy todos y todas tenemos luchas que aparentemente parecen disimiles, dispares o desconectadas, pero lo cierto es que esta Revolución me parece inseparable y necesariamente unida con la protección y cuidado de la tierra y de la vida en un sentido ecológico, no moralista.
No veo huertos sin mujeres y niños sin cuidar la semilla, no veo marchas por el cambio climático sin madres ocupadas por el futuro de sus hijos, y las veo como guerreras cuidando lo que es de todas. Las veo cuidándome y protegiéndome, y si hoy nos toca recibir el golpe de esta revolución, pues no queda más que aguantar, guardar el ego y desaprender nuestros estereotipos.
Tenemos el desafío como especie animal de volver a ser humanos, nos toca honrar la vida y la creación, nos toca honrar lo divino, aprender a sentir y a ser humildes, acceder al cuido de la tierra y de sus hijos, de sentir y vivenciar que cuando damos, nos damos a nosotros también, que estamos todos entretejidos en una gran red de vida, que necesitamos acelerar en este Gran Giro que vivimos como humanidad, un giro que ya estamos dando en el que solo nos queda confiar, rezar y actuar.
Un abrazo en su día a todas las ecologistas naturales.
Por Álvaro Pino Ríos
Socioeconomista & Permacultor
Miembro del Instituto Chileno de Permacultura