Una mujer junto a su hijo golpea insistentemente una olla con una cuchara de palo. Salió a la calle porque quería manifestarse ante una serie de desencuentros que ha ligado por años su vida. Así también sucede con sus vecinas, amigas y compañeras de trabajo. No milita en partido político alguno, su decisión está oprimida porque cree que podrían cuestionarla por pensar distinto.
Dos trabajadores, uno de una empresa privada y el otro de un órgano público, salieron a la calle a protestar por el sobreendeudamiento que les ha significado tener hijos estudiando en la educación superior. Ambos ocultan sus rostros con pañuelos y gorras. No se sienten libres para poder expresarse, sostienen que, si son vistos por quienes andan grabando con sus celulares, pueden poner en peligro su continuidad laboral.
La esposa de un carabinero se reprime en su casa. Observa con los puños apretados lo que informan por televisión. Las noticias no son para nada alentadoras. Desmanes, saqueos, violencia y odio. Ella siente temor por la integridad de su marido, pero no puede hacer nada.
Un parlamentario se reúne con su equipo de asesores. Evalúan el antes y el después de un país que reconocen despertó para siempre. Él revisa los proyectos de ley que continúan en pausa y aquellos que, si bien son de moción de su bancada, aún están al pendiente para ser tramitados en el Congreso.
La construcción de una nueva nación comienza a tejerse con mesura y convicción. Es de esperar que sea sin colores políticos; que las banderas de lucha liberen los gritos del silencio de quienes aún viven con miedo e injusticias. Unir voluntades, escucharnos, debatir sin insultarnos por ser diferentes, es la forma más humana y más ciudadana que tenemos para poner fin a años de aprovechamientos ante oportunidades que debieron ser siempre para todos y todas, en igualdad de condiciones.
Hoy, nos unimos en paz por un mañana mucho mejor, algo que depende de cada uno de quienes atesoramos un profundo respeto y amor por la patria, por el territorio donde habitamos, por las personas y por la magnífica manera de cómo somos en idiosincrasia, cultura y esencia única.
Por Claudia Peñailillo Cronoro. Periodista y Licenciada en Comunicación Social.