Dos semanas de cuarentena, dos semanas de encierro con mis hijos, no hay tiempo para aburrirse, la pega en casa es más intensa ahora. Pero sí hay tiempo para pensar, y mucho…
Como en una película de ficción, en pocos meses este “maldito” virus, “natural” o “creado”, como sea, tiene al mundo puesto a sus pies. A toda la humanidad en jaque, ¿será una nueva señal?
Independiente de los errores que han cometido y siguen cometiendo las autoridades mundiales y locales, la pandemia se ha encargado de ponernos a prueba. A la sociedad entera, sin ninguna distinción. Y acá estamos, lentamente tomándole el peso a la gravedad del asunto, como siempre, tan flojos de empatía, solidaridad y responsabilidad. Debemos tener claro que la cohesión social puede salvarnos, no queda otra ante un sistema de salud poco robusto y un Estado que no está a la altura de estas circunstancias.
En mi caso, somos una familia que vivimos de un sueldo variable, somos independientes, y la cosa no va bien. Abrimos nuestro local un par de horas al día, pero tenemos claro que la situación se pondrá peor en pocas semanas. Asumimos que estamos arriesgándonos, pero tenemos que hacerlo, a la espera de ¿un milagro tal vez? Sin embargo, hay experiencias infinitamente peores que la nuestra. Pienso en las familias que esta crisis “pilló” sin trabajo, sin plata, en los que siguen trabajando obligados, en los que están en la “primera línea” (trabajadores de la salud), en los chilenos con enfermedades, los que ya estaban hospitalizados, en los que están atrapados en los aeropuertos u otros países. Y tantas otras realidades ni más ni menos importante una de otra.
Estamos en la mitad de la crisis, podríamos llegar a los 100 mil infectados, y no quiero pensar en el número de muertos. El “peak” debería ser a mitad o fines de abril, ¡falta tanto! Lo más probable es que las clases sigan suspendidas por mucho más tiempo. Sólo puedo pedir paciencia por favor, no salgamos de casa en la medida de lo posible. Pensemos en las consecuencias, cuidémonos, no nos arriesguemos ni arriesguemos a los demás. Tal vez el contagio sea inevitable en algún momento de este proceso, pero hagamos lo posible por no caer…hagamos las cosas bien. El “remezón” que vendrá después de la “peste” será inmenso, pero procuremos estar vivos para enfrentarlo.
Por: Carla Olivares Vergara
Periodista