Una historia acumulada en cerca de 60 años llega a su fin. El popular y siempre concurrido Restaurante “Capri”, que popularizó entre las familias vallenarinas y, sobre todo, entre los deportistas el querido Nelson “Checonato” Rojas, cierra sus puertas definitivamente. La pandemia del covid y la incertidumbre ante los tiempos venideros llevó a la familia Rojas-Castillo a bajar las cortinas de este local que abrió sus puertas en la década del sesenta.
De acuerdo a la versión de Aldo Rojas Castillo, continuador del legado de su padre junto a su hermana María Angélica, manifestó que “costó tomar la decisión, pero ya son muchos meses los que llevamos de pérdida (pago de arriendos y sueldos del personal) y por eso no había otra alternativa”.
Este local, popular por las sabrosas cazuelas, el apetitoso shop y la buena atención de sus dueños, comenzó a atender en calle Prat (donde hoy está Provida) a cargo del mismo Nelson Rojas y un hermano suyo. Sin embargo, hubo un tiempo en que “Checonato” abandonó la sociedad para hacerse cargo del casino de la Medialuna y la Casa del Maestro. Fue en 1975, aproximadamente, cuando volvió para hacerse cargo definitivamente de este local junto a su esposa e hijos.
Allí estuvo hasta 1998 cuando los propietarios del inmueble le indicaron a don Nelson que debía buscar otro lugar, porque la casona se ponía a la venta. A propósito, esta propiedad pertenecía a don Rolando Celedón, vecino del interior del valle, quien tenía un grado de sociedad con don Nelson Rojas. Al fallecer este señor, el inmueble quedó como herencia a doña Graciela Argomedo, esposa del conocido vecino Sergio Muñoz Rudolph. “Siempre se nos había dicho que mi padre iba a tener la primera opción de compra de esa casa, pero la señora Graciela hizo la posesión efectiva y la vendió a Provida”, recuerda el hijo de “Checonato”.
Sin embargo, ese mismo año 1998 reabrieron las puertas del “Capri” en calle Ramírez, entre San Ambrosio y Santiago, en una antigua casa arrendada al productor agrícola Fermín Ubilla. En esta dirección la familia Rojas Castillo permaneció hasta el 2007 cuando se trasladaron al local que antiguamente correspondiera a otro clásico restaurante vallenarino: “El Venecia”, ubicado en calle Santiago, frente al Mercado Municipal, perteneciente a la sociedad Vicenzot y Pedro Prokurica.
“El Capri empezó como fuente de soda y, algunos años después, mi padre lo amplió a restaurante y empezamos a vender comida”, acota Aldo Rojas, junto con destacar la bondad del shop que vendían a sus habituales clientes: “La misma gente dice que el mejor shop que han probado en Vallenar ha sido el que consumieron en El Capri, los barriles nunca se quedaron estancados, estaban en constante rotación”. Al respecto, recuerda el año en que empezó a operar la mina Los Colorados. “Una vez vendimos 20 barriles en un día y cada barril traía 50 litros, es decir, mil litros de cerveza, a partir de las 4 de la tarde que empezó a llegar la gente recién pagada. Por eso, en ese tiempo, la CCU nos premió con algunos regalos por los niveles de venta”.
Como dijimos al comienzo, un tinte especial tuvo “El Capri” como punto de encuentro de los deportistas, sobre todo cuando había transmisiones de importantes partidos de fútbol y se llenaba el local con hinchas de la Roja o de los equipos más populares. Pero, este sello no fue fortuito, sino que el resultado del trabajo y compromiso de don Nelson Rojas con el deporte local: “Mi padre fue uno de los primeros que organizó torneos de babyfútbol en el Estadio Marañón, mucho antes que se iniciara el Gigante del Babyfútbol, junto al padre del actual concejal Valderrama y del dirigente Raúl Turres que después llegó a ser intendente de Atacama en la época de Allende”, recuerda Aldo Rojas.
Nadie puede dudar en Vallenar del compromiso social que siempre tuvo don Nelson Rojas y su familia con los deportistas en general, citando como ejemplo el apoyo a Deportes Vallenar en su camino al fútbol profesional. “Nosotros teníamos a cuatro jugadores y utilero del club becados, por así decirlo, a quienes le dábamos almuerzo y comida gratis. A veces les mandábamos colaciones a los niños al estadio”, agrega Aldo.
Cuando llega la hora del adiós, Aldo Rojas aprovechó de reconocer a nombre propio y de su familia la buena disposición que tuvo el propietario del local, Pedro Prokurica, ante las circunstancias actuales; del mismo modo, a todos los empleados que los acompañaron hasta último momento: “Mi papá siempre miró a los colaboradores como parte de la familia, nunca como empleados, trato que nosotros continuamos con ellos; por ejemplo, siempre almorzaron a su gusto, manteniendo un trato paternal como lo hacía mi padre. Estuvimos seis meses tratando de subsistir, pagando imposiciones para que ellos pudieran acceder al bono de cesantía. Gracias a Dios, nos vamos tranquilos, dejando todo pagado: impuestos e imposiciones. Ahora estamos vendiendo gran parte del mobiliario y equipos del negocio. En este rato, no puedo decir que nunca más volveremos, porque la patente la vamos a seguir pagando y quién no dice que tal vez más adelante podríamos reabrir, pero eso hoy no lo sabemos, el tiempo lo dirá”, concluyó nuestro entrevistado.
La canción de moda que por los años sesenta cantaba Hervé Vilard y que, seguramente, sirvió para ponerle nombre al local, hoy sirve también para decir adiós a este simbólico y enraizado restaurante vallenarino: “Capri, se acabó”.
Por Sergio Zarricueta Astorga.