Se trata de un contexto funerario que, en forma preliminar, estaría vinculado históricamente al Período Alfarero Temprano, específicamente a la Cultura Molle, la cual habitó esta zona desde por lo menos el 300 d.C hasta el 800 d.C.
Gracias al trabajo desarrollado por un equipo de profesionales de la Oficina Técnica Regional (OTR) Atacama del Consejo de Monumentos Nacionales (CMN), con apoyo de la dirección regional del Servicio Nacional del Patrimonio Cultural de Atacama, culminó con éxito el salvataje del hallazgo arqueológico encontrado al interior de la comunidad diaguita de Quilla Guazú, en la localidad de San Pedro, Copiapó. Sus representantes no solo autorizaron la intervención, sino que mostraron en forma permanente buena disposición, colaboración y participación activa con el equipo, lo que permitió desarrollar las tareas de forma fluida y eficaz.
Se trata de un entierro de data prehispánica, asociado a dos vasijas monocromas y textilería, donde el análisis preliminar indica que correspondería a un infante de 8 a 10 años de edad, vinculado históricamente al Periodo Alfarero Temprano, específicamente a la cultura Molle, la cual habitó esta zona desde por lo menos el 300 d.C hasta el 800 d.C. Los bienes rescatados fueron trasladados –con las debidas medidas de resguardo y protección- a dependencias del CMN en Copiapó de manera temporal, a la espera de efectuar análisis más detallados y técnicos.
El director regional (s) del Servicio Nacional del Patrimonio Cultural de Atacama, Omar Monroy, señaló que “este hallazgo es importante para la ciencia, por cuanto permitirá conocer la presencia ancestral de pueblos que habitaron en el Valle Bajo de Copiapó, en donde existe poca información. Asimismo, agradecemos la buena disposición de la comunidad diaguita «Quilla Guazú», representada por Maribel Pizarro, al equipo regional y nacional del CMN, y equipo ministerial”.
El hallazgo se produjo a raíz de la excavación de una zanja sanitaria en marco de la construcción de una casa. Se pudo constatar que el individuo se ubicaba al interior de una fosa, a 70 centímetros de profundidad, dispuesto de manera fetal y recubierto con una manta del tipo arpillera. La evidencia se levantó lo más integra posible, tomando el resguardo de proteger el cuerpo y su textilería.
Además, asociada al entierro, se encontró una variedad de materiales entre los que destacan restos vegetales como semillas de zapallo, corontas de maíz, y semillas varias; también, restos malacológicos; productos de talla lítica expresados a través de fragmentos de sílices y obsidiana; fragmentos de minerales; restos orgánicos diversos, como carbones y coprolitos; fragmentos de cerámica de tonalidades negras y anaranjadas; restos óseos de camélidos, algunos con evidencia de quema, y restos de cordelería animal, los cuales son parte del textil que cubría al entierro.
Todo el material recuperado fue embolsado y clasificado según su materialidad, con su correspondiente registro y etiqueta de origen de recuperación.