El movimiento feminista ha adquirido especial relevancia en América Latina a partir de diversos
procesos sociales. En Chile, el estallido social fue protagonizado en gran parte por los grupos
feministas, exigiendo igualdad social y de género.
Desde ahí es posible trazar una ruta de tensión sobre lo establecido, sobre las diversas
manifestaciones sociales del poder, el ejercicio de las formas de violencia y, lo que es
fundamental, la forma de convivir en esta sociedad diversa.
Desde esta perspectiva, se ha instalado el 8 de marzo -8M- como una instancia de
conmemoración; un espacio de reflexión y de repensar nuestro rol en la sociedad. Por lo tanto, es
perfectamente comprensible la asistencia de miles de mujeres a lo largo del país a las
congregaciones entorno a esta fecha, pero no queda tan claro cuál debería ser el rol de los
hombres en esta conmemoración.
Por otro lado, una de las ideas fuerza de las reclamaciones guarda relación con el protagonismo
social que el patriarcado atribuye de forma casi natural a los hombres, por lo que preguntarse si
precisamente son los hombres los encargados de definir este rol hace pensar inmediatamente que
se está dejando de lado a las verdaderas protagonistas de esta conmemoración, que son las
mujeres.
¿Qué opinan las mujeres? Diversas activistas, tanto del mundo social como académico coinciden
en que más allá de definir si los hombres son bienvenidos o no en una marcha, existe la necesidad
de repensar si es posible que participen en el feminismo. ¿Puede un hombre considerarse
feminista? ¿existe un espacio dentro de la inquietud del movimiento? ¿Son efectivamente
necesarios, entendiendo que también son parte del problema? ¿Es la lucha feminista, una lucha de
mujeres?
Dentro del mismo movimiento feminista existen posturas acerca de estos puntos. Para unas, es
imposible concebir un cambio social sin la participación de los hombres, y para otras fracciones
separatistas entienden que las únicas que pueden acogerse en esto son las mujeres.
Un punto de coincidencia, es el protagonismo que se otorga. En el caso de una marcha o
manifestación, el rol de los hombres es el de acompañar, el de escuchar las demandas y jamás
poner por delante las propias posturas o inquietudes, sino que contribuir a un movimiento que va
más allá de los conceptos personales, incluso más allá de ellos mismos.
También es importante reconocer el propio lugar en la lucha y en el mundo, especialmente desde
la perspectiva de privilegios, y validar también el rechazo al macho en la misma instancia,
entendiendo que una víctima de violencia tiene todo el derecho a expresar este repudio
abiertamente.
De esta forma, se hace necesario replantearse las preguntas acerca de la participación en esta
conmemoración, ya que quizás como hombres sería mayor el aporte al feminismo en un contexto
de lo cotidiano, principalmente cambiando actitudes que afectan al otro género en el día a día.
Cuestionarse de qué maneras se reproducen las diferentes formas de violencia de género y la
forma en que actuamos –o no- ante ésta; romper la complicidad machista, la cual guarda relación
con el acuerdo tácito entre hombres respecto de las formas de violencia y de opresión.
Reflexionar sobre esto se transforma entonces en un imperativo ético, para así dejar de
cuestionarse si vas o no a la marcha, y comenzar a decirle a su amigo que pague la pensión de
alimentos o que deje de hostigar a su ex.
Álvaro Leyton – Hernández, académico de la carrera de Enfermería de la U.Central Región
Coquimbo y miembro SOCHISMAD, Sociedad Chilena de Salud en Masculinidades Diversas.