Los noticieros de nuestro país han vuelto a poner en la agenda el concepto de “zonas de sacrificio”, una denominación que hace referencia a un sector geográfico de alta concentración industrial, en los que se ha priorizado el establecimiento de polos industriales por sobre el bienestar de las personas y el ambiente.
Sin duda las terribles informaciones de la contaminación en Puchuncaví – Quintero, – donde el gobierno todavía no entrega luces de los responsables -, sitúan a este sector del país como uno de los más afectados, pero también podemos sumar a otros lugares como Tocopilla/Mejillones, Huasco, y Coronel.
Con cerca de 10 mil habitantes, nuestro puerto de Huasco es una zona altamente contaminada por industrias como Guacolda y la Planta de Pellets. Por años sus habitantes se han visto enfrentados a una contaminación que afecta el aire, playas, y el casco urbano. El petcoke produce una alta emisión de anhídrido sulfuroso y material particulado respirable fino, en el que se hallan níquel, dióxido de azufre, vanadio y otros metales pesados. A esta contaminación se suman los trenes que cruzan Huasco, transportando hierro pulverizado a la planta de pellets.
Tiempo atrás el propio alcalde de Huasco, Rodrigo Loyola, publicó una carta en la que justamente denunciaba la situación del puerto. “Escribo desde ese pueblo que soporta la industria con sus chimeneas y sus vapores, con sus relaves y tuberías, mientras el dinero que ellas producen, arroja unas migajas y se va…nos saturan el aire o nos arrojan los relaves marinos en las playas donde nuestros niños mojan sus pies jugando, en su inocencia, a construir esos castillos de arena, tan sólidos como las eternas promesas de una verdadera descentralización y un reparto justo de la riqueza nacional”.
Pero no solo a la población de Huasco le ha tocado vivir la contaminación de cerca, ya que en nuestra región también podemos ver la situación de la comunidad de Estación Paipote, que sigue sufriendo con los episodios de contaminación provocados por la Fundición HVL, la que tras años de “vista gorda” por fin comienza su proceso de modernización. ¿Acaso será mejor pensar en un traslado y la construcción de una nueva fundición en otro sector de la comuna?. Pero tampoco podemos olvidarnos de que en la zona urbana de Copiapó cohabitamos con relaves abandonados, que siguen en medio de la población, pues nadie les exige a sus antiguos dueños (empresas) que se hagan responsables. A pesar que Atacama será parte de una nueva Política Nacional de Relaves, cualquier mal pensado podría creer que dichos depósitos permanecen como verdaderos “tesoros” en calidad de intocables, dada la oportunidad de sacar provecho de sus componentes a futuro(como sucede con Hochschild).
Un último ejemplo de la contaminación por la industria en Atacama, podemos encontrarlo en Chañaral (quizá el ejemplo más terrible a nivel nacional), donde por décadas Codelco vertió toneladas de relave contaminante a sus playas. Parecía que la gente se había acostumbrado a esta realidad (algo intentó ayudar a esta utopía el baño de Lagos y Provoste), pero bastó la fuerza de la naturaleza para darse cuenta del nivel de contaminación que existe en la comuna. Hasta hoy no existe un real plan de descontaminación en Chañaral.
Para terminar quisiera citar una entrevista en El Mercurio del actual subsecretario de Minería, Pablo Terrazas, donde “advirtió” sobre los efectos que puede tener para la actividad minera industrial las restricciones prolongadas para la operación de las empresas por los planes de descontaminación de Quintero y Puchuncaví. ¿A qué les suena esta advertencia?
Por Elmirón