Punto de vista

“Familia Multiespecie”: por el derecho a convivir con nuestros animales

Hace unos días el Gobierno informó sobre una indicación al proyecto de ley de copropiedad inmobiliaria destinada a evitar que se prohíba la tenencia de animales de compañía en edificios y condominios, idea que ya había sido plasmada en tres proyectos de ley, el primero del año 2008.

A mediados de 2018, la Corte de Apelaciones de Santiago acogió la demanda de una copropietaria, determinando que el reglamento de un edificio no puede establecer una prohibición para la tenencia de mascotas, detallando que “impedir mantener una mascota con sus dueños, implica un actuar abusivo, al colocarlo en la situación de tener que abandonar al animal en el supuesto que nadie lo reciba, lo que es sancionado actualmente como maltrato o crueldad animal”.

Una mirada tradicional sobre el asunto nos lleva a identificar una pugna entre derechos de libertad y el derecho de propiedad. Sin embargo, desde una óptica más vanguardista, habría que añadir otros elementos a la discusión.

Actualmente, la creciente protección jurídica hacia los animales es algo evidente: los responsables de las mascotas deben cumplir una serie de obligaciones legales para garantizar su bienestar; a la vez que el maltrato y el abandono son sancionados como delitos, cuestión que deja entrever una protección al animal en sí mismo, más allá de los intereses de sus dueños. A ello se suman factores sociales, como el hecho de que un 64% de los hogares chilenos tiene alguna mascota (GfK, 2018), y que de las 600.000 inscritas en el registro nacional, 42.000 de ellas viven en edificios, según la SUBDERE.

Estos datos reflejan lo que ha sido descrito por los especialistas como una nueva modalidad de familia: la “familia multiespecie”, es decir, aquella en la que conviven humanos con sus mascotas, donde éstas son consideradas como un miembro más, y cuyos intereses son tomados en cuenta en las decisiones familiares.

Este fenómeno ha ido ganando cada vez más reconocimiento jurídico en varios países, y la actual propuesta legislativa en nuestro país parece reflejar que caminamos por una senda similar.

Desde nuestros orígenes hemos convivido con animales, pero solo en las últimas décadas hemos comenzado a comprender que el centro de las reflexiones éticas y jurídicas no pueden dejar fuera a otras formas de vida, especialmente aquellas con las que convivimos y con quienes formamos vínculos recíprocos de cuidado y afecto.

Israel González Marino

Académico

Universidad Central Región de Coquimbo