Uno de los principales objetivos del feminismo es que las mujeres nos sintamos en la libertad de hacer lo que queramos. Soberanas de nuestros cuerpos, dueñas de nuestros sueños.
Ahora que estamos en el Mes de la Mujer, y que hemos visto a más de un hombre publicar bellísimos textos apoyando nuestras luchas o saliendo a marchar, me pregunto, cuántos de ellos realmente están convencidos y lo llevan a la práctica en el día a día. No es que no les agradezcamos, porque es cierto, la palabra crea realidad, pero, no necesitamos más del doble estándar en nuestras vidas, estamos bien aburridas de tantas falsas promesas que hemos escuchado desde pequeñas. Si usted, querido amigo hombre, dice que es feminista o al menos dice apoyar nuestras luchas, pero cela día por medio a su pareja, o le dice qué hacer, dónde ir o qué ropa ponerse; créame, le falta haaaaaaaaaarto para ser feminista o, al menos, para estar en sintonía con nuestras demandas.
Yo tengo amigos feministas, y siento un orgullo tremendo por ellos, de hecho, uno de estos excepcionales seres, lleva casi los mismos años que yo siendo feminista, algo así como 15 años – esperen que se me cayó algo al subsuelo – y, lo que más me gusta de él es la humildad desde la que expresa su feminismo. A diferencia de él, en los últimos años hemos visto a tantos lolos y no tanto, tratando de figurar en cuanta marcha o mitin hay, como el año pasado en Santiago, en donde, incluso, uno que llevaba un cartel maravilloso, a torso desnudo, en una imagen que fue viralizada miles de veces, porque era realmente conmovedora, fue acusado – a las horas – por su ex pareja de haber sido maltratador. Hombres feministas que nos digan qué hacer, no nos sirven, amigos. Ésta es nuestra lucha, y de ustedes necesitamos apoyo, no que nos sigan diciendo cómo debemos ser o actuar, si es que de verdad nos creemos feministas. Estamos cansadas de eso y, justamente, luchamos para erradicarlo y, por fin, ser libres.
En estas líneas, igualmente, debo dirigirme a mis amigas, compañeras en este largo andar, en la búsqueda de la igualdad de derechos y oportunidades, de un trato justo y digno, por el derecho a vivir alegremente nuestros días y, vuelvo al inicio, recuerden que el feminismo busca que seamos soberanas de nuestros cuerpos, capaces de hacer aquello que nos permita vivir más libremente y, sabemos que trabajar nos da esa autonomía económica que nos permite no depender de alguien más, especialmente importante a la hora de vivir situaciones de violencia, porque podemos salir de ellas con mayor facilidad; pero, sabemos que este ritmo tan apresurado de nuestra sociedad, a veces, no nos permite – por ejemplo – vivir la maternidad como quisiéramos y, me ha pasado más de una vez que, amigas o cercanas que son madres me han dicho: «me quiero quedar en la casa cuidando a mis niñ@s, pero soy feminista hace tanto tiempo y siento que me estoy contradiciendo» y, aunque generalmente les digo, bueno, tómalo como un tiempo, una etapa, lee los libros que no has podido leer, aprovecha de hacer otras cosas, lo más importante es aquí, amigas, (también se lo he dicho a ellas) que esta sociedad nos ha impuesto tantas cosas, que no nos podemos autoexigir otras más, ni una sola más, porque no hay una forma correcta de ser mujer – salvo que sea sumisa o machista – ni de ser feminista, cada una de nosotras tiene el derecho a vivir la experiencia de ser mujer y también, de ser feminista a su manera, de la forma en que la haga ser más feliz. Tenemos derecho a vivir alegremente nuestra libertad.
Un abrazo sororo a todas, especialmente en este mes, a quienes lucharon antes, para que hoy podamos disfrutar de los sueños que ellas trazaron.
Por nuestra colaboradora, Bárbara Pérez Peña