Punto de vista

Los niños y las pantallas: “Un mal… innecesario”

Pichangas de barrio, carreras en bicicleta, la casa club en el árbol, juegos de mesa en casa. ¿Se acuerdan? Así nos entreteníamos antes cuando chicos. Eran otros tiempos, pero yo creo que si en nuestra época o en la de nuestros papás o abuelos hubiese existido la misma tecnología de hoy, habríamos estado igual que los niños actuales: «embobados» con las pantallas.

Televisores, computadores, celulares, pueden estar horas y horas encendidos en una casa. Es prácticamente normal, pero ¿cuáles son los límites?

Mi guagua de casi un año me pide constantemente el teléfono porque subir y bajar la pantallita le resulta fascinante. Claro, si los adultos estamos la mitad del día pendientes de tanto aparato, ¿podemos restringir a nuestros hijos? Yo creo que es difícil, pero no imposible…

Las mamás, por ejemplo, muchas veces damos de mamar a los recién nacidos pegadas al celular o el televisor. Pésima costumbre, ya que somos la principal fuente de “adquisición y desarrollo” del lenguaje para nuestros hijos. Nos perdemos la posibilidad de observarlos, hablarles.

Los expertos recomiendan no exponer a los niños menores de dos años a estos dispositivos, incluso sería ideal descartarlas de plano. ¿La razón? El impacto que su uso causa en el desarrollo “intelectual y emocional”. Déficit en el lenguaje, memoria y en el aprendizaje en general son parte de los efectos. El uso prolongado, en tanto, estaría asociado a problemas atencionales.

Por eso la Sociedad Chilena de Pediatría recomienda limitar las pantallas en  preescolares a dos horas diarias y cuyo contenido sea fiscalizado por un adulto.

Creo que mantener aislados a los niños de la “entretención digital” es impensado en estos tiempos. Pero debemos ser responsables y hacernos cargo. Para los padres muchas veces ofrecer esta alternativa a los hijos resulta mucho más cómodo, pero no pequemos de ignorantes. Mostrémosles a los niños opciones de actividades físicas, al aire libre, juegos en casa, que estimulen la imaginación…en el fondo, entreguémosles más tiempo.

 

Por Carla Olivares Vergara