Nuestro país y la extensa costa que lo envuelve, ha dado pie a innumerables mitos y leyendas relacionadas con bestias marinas, barcos fantasmas y piratas. Sin embargo, solo estos últimos mantienen registros que validan su existencia.
Hablar de corsarios o bucaneros, resulta apasionante para algunos y romántico para otros. Pero lo cierto es que más allá de la actual imagen entregada por el cine, los verdaderos piratas estaban lejos del simpático bribón, y más cerca del temible bandolero.
Fue la constante llegada de corsarios a las costas chilenas durante los siglos XVI y XVII, la que provocó que con el tiempo surgieran mitos sobre tesoros escondidos por parte de estos bucaneros. Para sorpresa de muchos, incluso nuestra región de Atacama guarda en sus anales la visita de corsarios, y uno en especial, quien durante seis días habría permanecido escondido en sus playas, instalando una pequeña pero sugerente inquietud respecto a un posible botín escondido.
Junto al investigador Vidal Naveas Droguett, descubrimos un poco más sobre este pirata y la posible existencia de un desconocido tesoro en Bahía Inglesa.
TESOROS
Uno de los “tesoros pirata” más conocidos es sin duda el de Guayacán. Este pueblo histórico se ubica 2 kilómetros al sur de Coquimbo, y se ha hecho famoso por esta leyenda. Fue justamente, el constante arribo de piratas a la Herradura de Guayacán, lo que dio paso a creencias populares sobre un gran botín escondido. Según Ricardo Latchman, en su libro “El Tesoro de Guayacán” (1976), un cuantioso botín habría sido enterrado y estaría compuesto por zurrones de oro y plata. Muchos de los que han decidido emprender la búsqueda se basan en la lectura del este libro para afianzar su fuerza.
Lo cierto es que la Bahía de Guayacán fue develada por el corsario inglés Sir Francis Drake en 1578, desde entonces, pasó a ser un punto de reunión y refugio secreto para todos los corsarios y piratas que navegaban por el Pacífico.
El génesis de esta fabulosa historia indica que en 1577, Drake salió de Plymouth en una flotilla hasta el Pacífico para interceptar a galeones españoles que transportaban oro y joyas desde Perú. Al entrar en el Estrecho de Magallanes, un temporal separó a los barcos y Drake regresó a Guayacán, donde enterró un fabuloso tesoro, no regresando jamás a buscarlo.
Pero no solo el pirata Drake navegó y llegó a tierras chilenas, pues nuestras costas también conocieron a corsarios como Bartolomé Sharp, Jorge Anson y Edward Davis, éste último, personaje central de nuestro reportaje. De acuerdo Vidal Naveas, en su artículo denominado “El Capitán Edward Davis, Pirata y Bucanero; su relación con Caldera”, sería este corsario quien habría permanecido varios días en una playa de la costa atacameña, pudiendo haber dejado algún recuerdo material de su paso.
PIRATAS
De acuerdo a la investigación de Naveas, el pirata Edward Davis (1658-1702), fue un conocido navegante depredador de los puertos del Pacifico; de origen Inglés, tuvo gran actividad en el Caribe. Durante la década de 1680 asaltó las ciudades de León y Panamá. En el año 1685, hizo grandes redadas contra un bastión de piratas españoles.
“Posiblemente, haya sido de ascendencia flamenca; en la historia ha quedado registrado como Miembro de Los Aventureros del Pacífico, hermandad que dirigió Bartolomé Sharp y John Coxon en 1680. También fue considerado por sus pares como un eximio navegador”, explica Naveas.
Según prosigue el investigador, en 1687 Davis se detuvo en una bahía de Atacama: “Dice don Carlos María Sayago, en su Historia de Copiapó, que estuvo casi una semana su nave anclada en la rada, mientras se abastecía de agua, leñas y frutos de la zona. Mientras que don Enrique Ernesto Gigoux, dice que los changos de las orillas, escaparon a los cerros y desde allí observaban los movimientos de los piratas ingleses”, señala Naveas.
A raíz de estos antecedentes, surge la pregunta ¿Por qué Davis permaneció tantos días en la actual Bahía Inglesa? ¿Pudo haber escondido algún botín u otras pertenencias en estas costas?
Para Naveas no se podría descartar nada. “No contamos con pruebas materiales, pero hay datos históricos. Incluso el famoso pirata historiador Dampier, revela que Davis recaló en Atacama. Yo no sé porque estuvo tantos días en Bahía Inglesa, pues allí posiblemente no encontró ni agua ni víveres. Puede haber explicaciones, pero yo no podría descartar que haya dejado algo guardado o enterrado en la costa, pues venía de recorrer varios puertos chilenos y eventualmente, desde aquí partiría en un peligroso viaje hacia la Isla de Pascua o Isla de Davis, como se le conocía”.
Una opinión similar mantiene el reconocido historiador Alejandro Aracena, quien reafirma el hecho de la permanencia de Davis en Bahía Inglesa, e incluso, agrega una simpática historia. “Hay antecedentes de este arribo, pues los navegantes buscaban refugio en las bahías abrigadas. Se habla que cuando partió el barco, conocido como Bachelor, uno de los piratas llegó atrasado a la salida, y quedó a su suerte, abandonado en aquella bahía. Como permaneció viviendo allí, los afuerinos comenzaron a identificar esa playa como la del gringo o la del inglés”, explica Aracena.
Para este historiador, nadie podría desconocer el arribo de piratas a las costas atacameñas, ya que varios puertos, entre ellos Bahía Inglesa y Huasco, fueron visitados por estos corsarios. Aracena incluso agrega otro antecedente que nos permite confirmar cómo los mitos sobre piratas y tesoros escondidos también incorporan a la costa local.
“Dicen que el famoso tesoro de Guayacán en realidad se encontraría en Puerto Viejo, pues el pirata Drake también habría navegado aguas regionales. Dicen que en Playa Blanca existe una cueva que solo se puede ver desde el mar, y éste sería el lugar del tesoro. Muchos lo han buscado allí”, plantea Aracena.
BAHÍA INGLESA
Fue a partir de este desembarco de Davis en el Bachelor, que se comenzó a nombrar a aquella bahía como “el lugar donde estaba el inglés”, simplificándose posteriormente a “playa del inglés”. Como se sabe, de esta misma forma se conoce hoy a Bahía Inglesa.
Aunque respecto al nombre también existe otra versión, que dice que Bahía Inglesa fue descubierta el siglo XIX por los inmigrantes ingleses que llegaron a Atacama atraídos por las riquezas de la plata y del oro, en momentos en que numerosos yacimientos eran explotados en la zona y cuando Caldera nacía como puerto de exportación. Según esta idea, el balneario debe su nombre a la enorme cantidad de familias británicas que se refrescaban en sus verdes aguas.
Como sea, la variedad de fuentes que confirman el paso de Davis por Atacama, también nos permite abrazar la escasa pero cierta posibilidad de que algún legado material se encuentre sepultado en las costas de Bahía Inglesa.
Es más, de acuerdo al historiador Aracena, es posible que decenas de barcos antiguos estén sumergidos en costas atacameñas – como el Blanco Encalada cuyos restos se encuentran en medio de la bahía de Caldera – todos ellos enterrados con sus tesoros. “Hay investigadores que han llegado a la región buscando estos navíos olvidados”, explica.
Paralelamente, connotados escritores regionales también escribieron historias de tesoros y piratas. Tal fue el caso de Gastón Serazzi, quien en su libro “Chañaral Legendario y Misterioso”, contaba sobre el arribo del pirata Drake a una playa atacameña conocía como Bahía Salada, actual Pan de Azúcar, lugar donde trazó una expedición por sus alrededores. Una prueba de este viaje, radicaría en una antigua pistola pirata, encontrada en el sector por una familia chañaralina muchísimos años después.
Serazzi, también hablaba de Rinconada de la Puntilla – extremo norte de la playa de Chañaral – como destino pirata. Explicaba que a comienzos del siglo XVII, tras ser perseguidos por veleros españoles, un grupo de piratas enterraron un tesoro en sus arenas para esconderlo. Luego, lo olvidaron, aunque durante algún tiempo aparecieron fosas y pruebas de excavaciones en este lugar.
A pesar de los mitos y leyendas que avalarían el arribo de piratas a las costas atacameñas, no todo lo concerniente a sus tesoros sería tan utópico, ello considerando nuestras leyes actuales.
Si alguna vez se entusiasma por buscar un tesoro y mejor aún, si llegase a encontrarlo, usted no sería su dueño, ya que desde 1990 se modificó la Ley que norma la extracción de esta clase de objetos, estipulando que las prospecciones y excavaciones arqueológicas, antropológicas y paleontológicas, en cualquier punto del territorio, sólo pueden realizarse con autorización del Consejo de Monumentos.
En cuanto a los botines, la Ley estipula que las expediciones compuestas íntegramente por chilenos deberán donar el 100 por ciento de lo encontrado al Estado.
Por ahora solo nos queda soñar con las aventuras de piratas y corsarios, pues sabemos que nuestras costas pudieron ser testigos y refugio de sus fabulosos botines. Aunque para muchos, los verdaderos tesoros serían, justamente, aquellas hermosas playas y bahías de nuestra región de Atacama.
Por Carlos Zepeda González, primera publicación en 2018, Atacama Viva Magazine.