Los cerros, piedras y quebradas del desierto de Atacama son un deleite para los sentidos. Diversas tonalidades que se van acentuando con la posición del sol, convierten estos parajes en una tela multicolor que contraste con un cielo siempre azul por el día y repleto de estrellas por la noche. Junto a ello, en ciertos lugares, se puede retroceder en el tiempo y caminar por los mismos senderos por donde transitaban los Chaskis, los veloces mensajeros del poderoso Imperio Inca, que dominaba esta parte de Sudamérica hace cientos de años atrás: El mítico Camino del Inca o Qhapac Ñan.
Uno de los lugares con mayor presencia de estos vestigios en Chile, es la comuna de Diego de Almagro en la Provincia de Chañaral. En este territorio, el Camino del Inca está muy bien demarcado lo que permite dimensionar la ruta y entender la mirada astronómica que tenía el imperio para demarcar los puntos de su trayecto.
La ruta ofrece lugares de alto valor paisajístico como los llanos despoblados del Volcán Doña Inés, el cual forma parte de la extensa red de adoratorios de altura de los Incas y que habría sido bautizado por Pedro de Valdivia en honor a Inés de Suárez
Atentos a este potencial turístico, la Universidad de Valparaíso junto al Gobierno de Atacama, están potenciando la ruta con el proyecto FIC: “Qhapac Ñan: Huella en el Desierto”, que busca diversificar la oferta de este producto de intereses especiales basada en tecnología de realidad aumentada para la generación de experiencias de alto nivel en la ruta.
“La idea es generar una oferta turística regional del Camino del Inca en el sub tramo Portal del Inca – Finca Chañaral, basada en la creación de productos turísticos de intereses especiales que utilicen la realidad aumentada como tecnología de apoyo para la creación de la experiencia del turista, agregando valor al Qhapac Ñan como patrimonio local y aportando al desarrollo del turismo de Atacama”, explica Carla Taramasco, directora del Proyecto FIC.
Para ello, se están catastrando los tramos para identificar atractivos, hitos y puntos de mayor relevancia en el diseño del producto turístico y de una experiencia turística operada por guías locales, la implementación de la plataforma de realidad aumentada, un modelo de negocio y el fortalecimiento de la sustentabilidad como eje de desarrollo.
“Se pueden integrar recursos arqueológicos, recursos naturales únicos, comunidades locales herederas de la cultura indígena, y turistas que buscan alternativas diferentes, para generar experiencias inolvidables con un sello propio y auténtico”, agrega Taramasco.
Además de los restos arqueológicos y paisajes, se puede apreciar la belleza escénica del Portal del Inca por el lado sur, mientras que por el norte hay puntos de observación que combinan las vistas hacia el volcán Doña Inés, las pampas extensas y tambos que permiten la comprensión del turista de cómo utilizaban el territorio.
Junto a ello, el Río Salado que exhibe un punto estratégico en los senderos utilizados por los Incas, ya que esconde un Tambo ubicado en una posición altamente ventajosa desde el punto de vista de resguardar el tránsito de los Chaskis y el acopio de las mercaderías y recursos.
En la zona también se encuentra el pueblo de Inca de Oro, un poblado con historia minería que pareciera haberse detenido en el tiempo. A unos kilómetros de ahí está la Finca Chañaral, un punto importante en la historia de la región, ya que ha sido utilizada por distintos grupos humanos en diferentes épocas. Desde las primeras comunidades que se asentaron en la zona, dejando gravados en sus rocas (pinturas rupestres) y los Incas que utilizaron el lugar por sus características naturales para conectar con los caminos que recorrían en la región hacia el imperio. Posteriormente, los conquistadores fueron testigos de la importancia que tuvo este lugar, siendo señalada por los cronistas de la época como un oasis de cultivo.
“Las características geográficas, culturales e históricas lo convierten en un sector con alto valor para la actividad turística. Si bien existen deficiencias en materia de protección del patrimonio local por su acceso público y carencia de zonas de marcación e información, es un espacio propicio para la generación de experiencias turísticas importantes como yacimientos arqueológicos, centro metalúrgicos, huayras u hornos, puestos administrativos, estructuras de piedras de minerales, kanchas o campamentos, miradores y también el silencio, es decir, todo lo necesario para la contemplación y la comprensión en cuanto a la utilización del territorio por parte de los Incas”, concluye la directora del proyecto.
Por Christian Palma.